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Confesiones de un becario


Hola me llamo José Carlos y soy becario creo que desde 1998. Ese año, me hice eso que ahora llamáis emprendedor, porque no encontraba trabajo en lo que a mí me gustaba, que era la publicidad. Miento, mi primer trabajo en el sector fue como comercial de publicidad de anuncios de Radio Intercontinental, en una agencia de medios que tenía unos bloques horarios comprados en exclusiva. Era publicidad local, de tiendas de Madrid. Mi trabajo era ir una por una vendiéndoles menciones, cuñas y microespacios. No era exactamente becario, tenía un contrato mercantil legal por el cual me pagaban sólo a comisión de lo que vendiera. Pero como a los diez días no había vendido nada me echaron. No les costaba nada, pero había un coste de oportunidad en las tiendas que visitaba que ya no se dejarían convencer por el siguiente, y poco tiempo que perder enseñando a alguien a vender. Al fin y al cabo, era una empresa, no un centro de formación.

Querer ser becario y no poder

Poco después, me ofrecieron ser becario en una gran agencia creativa, entonces la primera en el ranking de capital español o independiente. Llevaba grandes marcas que no citaré. Hubiera podido entrar en cualquier departamento, pero como becario sin cobrar. Lamentablemente, no pude aceptar, ya que yo entonces vivía solo y tenía que pagar el alquiler, pues ese año mis padres se jubilaron, vendieron la casa y se trasladaron a vivir a Alicante. Yo podía irme con ellos y empezar una nueva vida con 20 años, o hacer lo que hice: quedarme trabajando de DJ por las noches para pagarme un apartamento (lo recuerdo como una cueva, semisótano interior, y al mismo tiempo mi palacio de hombre adulto) y buscarme la vida. Hoy en Alicante, además de la evolución como ciudad, hay un panorama publicitario increíble, con agencias en la que tengo buenos amigos y que me dieron la oportunidad de ser jurado de sus premios Alce. Pero en 1998, Edad de Oro de la publicidad, el pescao se vendía en Madrid y Barcelona. Con las multinacionales que llegaron tras 92 (Ogilvy, DDB, BBDO, JWT…) o nuestros genios particulares (Casadevall, Segarra, Lorente, Agistín Medina, Ricardo Pérez…).

El caso, volviendo al tema, es que no pude entrar de becario en una agencia en la que no solo hubiera aprendido lo que no tuve ocasión tampoco en la universidad a la que no fui, sino que hubiera entrado en un sector impermeable, endogámico y en el que un amigo vale más que un diploma. Una vez dentro, si además es en primera división, ya es otra cosa. Pero no.

Precisamente un amigo me ayudó a salir de la noche y me consiguió un trabajo en una empresa de estudios de mercado. Era haciendo encuestas en la calle, pero oye, algo hice bien porque al poco me hicieron jefe de equipo y me dieron mi primera mesa propia en una oficina. Y en esa mesa, algo más debí hacer bien cuando, aplicando creatividad a la forma de manejar los datos de los informes, mi jefe que era un sociólogo con mucha experiencia me dio la oportunidad de pasarme a marketing cuando la empresa se asoció a otra de servicios inmobiliarios. Fue la bomba mientras duró. Año y medio después, en agosto nos fuimos de vacaciones y en septiembre estaban las puertas cerradas y nos debían la nómina. Puedes reírte, seguro que si todo el talento era como el mío, y el personal tenía tanta experiencia como yo, la cosa no podía ir bien.

Vuelta a empezar

Volví a las discotecas y la noche, pero ya como freelance, ofreciendo organización de fiestas y eventos unas veces y sesiones de DJ otras. Por supuesto me pagaban en negro abriendo la caja registradora al final de la noche, hasta que uno de los empresarios me ofreció trabajar en una cadena de pastelerías que tenía como negocio principal. Tendría que decorar los escaparates, elegir el estilismo de los objetos de regalo que se venden con bombones, y ya de paso, hacer diseños de anuncios, manteles de papel y cosas así. Eso era lo que me motivaba, claro. Me pagaban muy poco porque no tenia experiencia en el sector, como si fuera un becario, y por las noches tenía que hacer horas extra en discotecas para llegar a fin de mes.

Pero compensó. Gracias a ese trabajo, fui por primera vez a “dirigir” una sesión fotográfica de bodegones en un estudio profesional, o contraté a una agencia de publicidad como cliente. 

Esa agencia, al poco, confió en mí y me fichó como ejecutivo de cuentas. No era en el departamento creativo, pero tampoco era becario. Volvía a tener mesa propia y hasta un maletín para llevar los presupuestos. Era como Tom Cruise en Cocktail: por la noche pinchando y por el día corbata. Solo que yo no volví a la noche.



Aunque sí acabé con mi propio negocio. Otra vez siendo becario, emprendedor, vaya. Gracias a lo que en esa agencia aprendí.

La agencia en cuestión la había comprado otra francesa pero no pudo asumir la crisis post 92. La historia es larga, pero otra vez la compañía donde trabajaba, por fin en publicidad, quebró. Había cotizado unos años y por lo menos tenía paro, pero no tanto como esperaba porque, oh cruel destino el mío, el gobierno de Felipe González acababa de decretar una reforma laboral que recortaba las prestaciones. Sí, un “decretazo”, el primero. De esa reforma y sus recortes pocos se acuerdan hoy, pero existió. Vaya si existió.

Así que otro de los damnificados por aquella quiebra, el director financiero recién contratado, me propuso unirnos y tratar de recuperar algunas de las cuentas perdidas y conseguir otras de las que él había manejado desde su puesto anterior de una gran multinacional de publicidad. Además, yo ya había llegado a Director de Cuentas por entonces, y reunido experiencia para conseguir nuevos clientes. Era emocionante, iba a ser empresario de verdad, al 50%. Y jefe. Ja.

Hasta la primera factura, por lo menos, pagando sin cobrar

Ahí descubrí que lo de ser emprendedor es peor que ser becario. No es que no te paguen por trabajar, es que pagas tú. Para poder trabajar legalmente tienes que darte de alta. El IAE ya no se paga en casi ningún sitio, afortunadamente. Pero estás obligado a cotizar en la seguridad social unos 270€ al mes mínimo, aproximadamente 3.200€ al año, solo por levantarte cada mañana y respirar. vendas o no, cobres o no. Luego, vete a buscar clientes, que es trabajar. Hacer presupuestos y propuestas, aunque sean por mail, que es trabajar. Y si vendes, consigue un unicornio que se llama pago por adelantado. Ahora, si tienes la suerte y el cliente paga a fin de mes, vale. Si no, cobra todo el mundo menos tú. Eso sí que es trabajar sin cobrar. Y puede durar meses y acabar como yo, en ruinas varias.

Pero claro, eres un “empresario” y verás como familiares y amigos con tres pagas extras y un mes de vacaciones pagadas al año, si pueden no pagan el IVA al fontanero, pero pensarán que eres rico y defraudas por desgravar el coche a nombre de la empresa como gasto y usarlo para hacer la compra el fin de semana. Mola mil. Ya si tienes un cuñado funcionario, prepárate para las reuniones familiares.

Aún así, cuando el trabajo aumentaba, contrataba a personal de acuerdo a la ley. Pagaba poco, porque poco tenía, pero dentro del convenio. Nunca les engañé y en las entrevistas de selección les dejaba claro que si tuviera más facturación e ingresos, contrataría a gente con experiencia más lista que yo para crecer más rápido. Por contra, sólo podía encontrar recién licenciados o sin formación previa y les enseñaba desde abajo, animándoles a que mientras buscaran algo mejor pagado, que yo les firmaría la carta de recomendación. En este sector, esa carta no sirve para nada, pero a las agencias les gusta contratar personal en activo y “ficharlos” de la competencia, no apostar por parados o becarios.

Así lo hizo la mayoría. A alguno se lo llevaron los clientes para trabajar en sus empresas, otros llegaron más lejos que yo en grandes agencias. Todos ellos usaron mi agencia de puente, de lo cual me alegro y me siento orgulloso.

Yo nunca me fui a otra agencia porque ya no podía, lo mío era una beca a largo plazo.

La primera agencia la tuve que cerrar cuando un cliente nos dejó a deber 10 millones de pesetas. Normal, porque la gestionaba yo, un becario sin experiencia empresarial. Otra vez eran malos tiempos para la lírica como para buscar trabajo por cuenta ajena, así que cambié de socio y abrí otra agencia desde casi cero. Pude crear empleo estable durante un puñado de años hasta que la última crisis, la del 2008, y otras circunstancias que no vienen al caso, me obligaron a volver a cerrar. Quien trabajaba conmigo cobró su indemnización del FOGASA, además del paro, ya que el único dinero que entró los últimos meses iba a pagar los seguros sociales y demás impuestos. Yo volví a la casilla de salida, con una deuda a proveedores que tenía que pagar a título personal, incluyendo un crédito a mi nombre que pedí para pagar la última nómina extra. Tardé más de cinco años en ponerme al día. Lo conseguí cambiando de actividad, escribiendo y dando clases. Reinventándome. Aprendiendo otra vez. Siendo becario de mí mismo. Aún así, me tocó leer por ahí lo sinvergüenza que había sido por crear trabajo durante años hasta que me arruiné. ¡A quién se le ocurre, siendo becario!

Querer y no poder

Ahora que soy profesor, mis alumnos pagan un pastizal por que les de clase y transmita mi experiencia. A mí me encantaría ofrecerles además un semestre extra como becarios para poner en práctica con casos reales lo que les he enseñado. O involucrarles en proyectos de los que se conocen como “a éxito” (si lo vendes, se cobra) o presentarnos a concursos. Pero no puedo pagarles ni regalarles mi tiempo. Porque sí, enseñar a un becario consume tiempo, espacio y otros gastos que no le puedes cobrar como en el master, claro. Y si ellos quisieran hacerlo voluntariamente, no podría. Siempre habría un alma caritativa justiciera o un inspector o un tuit que me condenara y me llamara neoliberal. Qué horror.

Para qué hacerse becario pudiendo ser autónomo

Hoy además, repartiendo la cesta de los huevos, trabajo para una agencia similar a aquella en la que en su día no pude entrar, y sigo manteniendo mi inquietud y mi salvavidas con una empresa de la que soy Founder, CEO y gromenawer peich, que viene a ser lo mismo que becario. Con esa empresa gestiono proyectos editoriales, campañas de publicidad y trabajos audiovisuales, pero no tengo empleados. ¿Me preguntas por qué? Porque apuesto por otros becarios como yo. Autónomos y freelances a los que no tengo que explicarles nada, ni formarles, ni pedirles responsabilidad, ni que asuman los éxitos y fracasos como algo colectivo. Llámalo coworking, teletrabajo o precariedad. Pero desde luego, si volviera al año 94 y tuviera dinero para aguantar un tiempo, aceptaría la temporada en prácticas sin dudarlo. Bueno, miento otra vez. Tenemos una becaria que me proporciona un convenio con la UPF y que resulta que han costado más “los gastos de trámite y gestión administrativa de la Universidad, que lo que gana ella. Sí, lo que le tengo que pagar a la Universidad para que me envíe a una becaria que tiene la cuota de la seguridad exenta, es más que su sueldo mísero. Es decir, que sin ese salvoconducto para que no me denuncie nadie, ella cobraría el doble. Además, esa universidad es de pago, así que ella ya paga por aprender, y quien hace negocio doble con la formación es... Pero el malo seré yo, supongo.

En el futuro seguro, seguro, que dejo de ser becario

Finalmente, entrando en eso que ya tiene nombre como Economía Plateada por la edad, estoy esperando a ser becario jubilado. Dicen que los robots harán todo el trabajo y nos mandarán una renta básica universal a todos para que lo gastemos y así financiar esos robots. Imagino que con el tiempo, cada niño o niña que nazca tendrá asignado su robot para que de paso, estudie por ellos y tenga garantizada su renta básica. Igual no es así, igual los robots con inteligencia artificial evolucionan como decía Darwin que hicimos los humanos y nos acaban teniendo como esclavos. Total, a mí me pillará trabajando en algo, o aprendiendo. Soy becario, no lo olvides.

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