Adoro las palabras. Disfruto abriendo la caja de las letras y montando el mecano de las palabras. Es lo único realmente mío, y es lo único que cuanto más gasto, más acumulo. ¿Como voy a ahorrar palabras, si puedo hacer que ganen interés al invertirlas adecuadamente? Las amo y son las únicas que siempre están dispuestas a besar mis labios. Aunque a veces se resistan a salir de ellos. Otras veces, puedo acariciarlas, despacio, y hacerlas crecer con la tinta de mi corazón sobre un papel. Son mis mascotas. Me hacen compañía cuando nadie más lo hace. Yo las cuido y ellas me entretienen, me divierten y a veces, me hacen llorar si se vuelven contra mi. No sería la primera vez que me contestan con arañazos. Mis palabras siempre me pertenecerán o serán de quien yo quiera. Puedo envolverlas y enviarlas como regalo, y también puedo usarlas como un escudo. Basta decir basta. Incluso, puedo usarlas como puñales. Os contaré un secreto. De pequeño era una piltrafa. Cualquiera podría darme una buena
El blog de José Carlos León Delgado. Desde 2005, comentarios sobre publicidad, marketing, diseño y comunicación.