Palabras más, palabras menos.

Adoro las palabras. Disfruto abriendo la caja de las letras y montando el mecano de las palabras. Es lo único realmente mío, y es lo único que cuanto más gasto, más acumulo. ¿Como voy a ahorrar palabras, si puedo hacer que ganen interés al invertirlas adecuadamente? Las amo y son las únicas que siempre están dispuestas a besar mis labios. Aunque a veces se resistan a salir de ellos. Otras veces, puedo acariciarlas, despacio, y hacerlas crecer con la tinta de mi corazón sobre un papel. Son mis mascotas. Me hacen compañía cuando nadie más lo hace. Yo las cuido y ellas me entretienen, me divierten y a veces, me hacen llorar si se vuelven contra mi. No sería la primera vez que me contestan con arañazos. Mis palabras siempre me pertenecerán o serán de quien yo quiera. Puedo envolverlas y enviarlas como regalo, y también puedo usarlas como un escudo. Basta decir basta. Incluso, puedo usarlas como puñales. Os contaré un secreto. De pequeño era una piltrafa. Cualquiera podría darme una bue