No solo hay castas entre los políticos profesionales, haberlas haylas en las empresas, especialmente en marketing. Y no porque sean intocables, que suelen ser defenestrados con frecuencia, sino por la forma en la que llegaron a sus puestos directivos. Directamente desde la casilla de salida.
A los políticos de ahora se les acusa de haber llegado a diputado, concejal, ministro o hasta presidente del gobierno sin haber trabajado en nada más antes. Sin tener experiencia como empleado, pero tampoco como director de una pequeña o gran empresa. Por eso, creemos que viven en otro mundo y no conocen la realidad. No saben lo que cuesta ganarse la vida, ni competir, ni por supuesto generar empleo con esfuerzo e inversión más allá de las subvenciones.
Pues en las grandes empresas, pasa lo mismo.
Existe una casta de directivos de marketing, o financieros, o de RRHH, que ha llegado a su puesto en una multinacional tras una exitosa carrera formativa: Universidad, Erasmus, Master privado (y si es en IE, ni te cuento) y junior assistant en una de esas compañías que todos conocemos y que no citaré.
Pero no han gestionado una pequeña empresa de cinco empleados, o se han buscado la vida como autónomo. Tampoco han estado detrás de un mostrador o han ido puerta por puerta vendiendo. Piensan que todo se arregla tirando de presupuesto procedente de una nueva ronda de financiación o de la central en Chicago. Y nunca han estado al otro lado de la mesa o el teléfono cuando dicen eso de “si quieres trabajar para nuestra marca, es lo que hay, tú verás”.
Lo diré claro. No tienen ni puñetera idea de su trabajo, pero en cuanto pueden te dicen cómo lo hacían en [ejemplo Inc.] aunque en realidad, casi todo viniera de arriba, o de la central. ¿Si tan buenos eran, por qué no siguen allí?
Lo que ocurre, como les ha pasado a los políticos cuando la cosa se puso fea, es que en esas empresas que les han inculcado el gen de la presión y desprecio al proveedor por sistema, acaban siendo también prescindibles y tarde o temprano llega un nuevo triunfito a la empresa que ocupará tu lugar. Es lo que tiene no ver personas y sólo números. Acabas siendo un cero a la izquierda también.
Y, cuando salen de esas multinacionales y llegan a una pyme, fichados por su brillante currículum de empresa en la que gestionaba millones de euros, tarde o temprano alguien descubre que con 5.000 € al mes de presupuesto no da ni para su coche de renting, alta gama claro, que la imagen de triunfador no puedes dejar de tenerla. O que si no suben las ventas con tu campaña al mes siguiente, en lugar de pedir más presupuesto, te lo recortarán. Y lo siguiente que recortarán, será tu cabeza. Es la otra definición de Head Hunting.
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